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Aprendiendo de las carencias

Con el pasar del tiempo y con el afán de que nuestros hijos no sufran con experiencias que en su momento sufrimos nosotros, olvidamos que son justamente esas experiencias las que llevan consigo enseñanzas para la vida que todos los niños deberían recibir sin importar que sus necesidades actuales no los obliguen.

No sé ustedes, pero yo reconozco que muchas veces caigo en el error involuntario de hacerle la vida más cómoda, confortable o menos difícil a las chancletas, lamento mucho caer en cuenta que en ese camino y también sin darme cuenta, las he privado de la experiencia de aprender a reaccionar ante las carencias, porque siendo honestos no todas las carencias son malas, muchas enseñan, y si aprendemos a enfrentarlas podemos aprender mucho, además, con un poco de suerte descubrirán que además de nuevas opciones para elegir también conocerán el delicioso placer de sobrevivir a la crisis.

Ayer domingo me desperté temprano, Luciana quien ya estaba levantada me sintio e inmediatamente fue a mi cama a decirme: "Papá, tengo hambre", no dudé un segundo a pesar de estar aún medio dormido en responder automáticamente: "ya mi amor, dame un ratito que me despierto bien y las atiendo", minutos después se levantó Valentina y después de darme el beso de los buenos días, me dijo: "Papá ¿qué vamos a desayunar?, ya más despierto pero con una flojera más que monumental fui haciendo en un par de segundos "check in" mental tratando de recordar qué cosas tenía en la cocina para preparar el desayuno sin tener que ir a la panadería: leche, chocolate instantáneo, azúcar, cereales, pan de molde, mantequilla, queso cheddar, jamón de pavita, plátanos para freír (les encanta), mermelada, hot dog, huevos y pan francés del día anterior. Me levanto, veo que hay y les preparo algo, respondí mientras me levantaba, les serví leche con chocolate instantáneo, 6 rebanadas de pan de molde (con corteza una y sin corteza la otra), jamón y los plátanos fritos que empezaron a devorar inmediatamente, luego al querer servirme mi propio desayuno y acabar con el paquete de pan de molde que abrí para las chicas recordé el pan francés del día anterior y pensé que no podía desperdiciarse. Corté los panes, los unté con mantequilla y los puse a la plancha, su aroma era sencillamente delicioso e inmediatamente me transportó a mi infancia donde muchas veces el pan era lo único que nos salvaba el hambre durante el día... ¿Qué preparas papi? preguntó Valentina mientras se acercaba a la cocina intrigada y atrapada por el olor, hago tostadas caseras -le dije-, ¿con el pan de ayer? -preguntó haciendo caras-. Sí, no lo podemos desperdiciar y definitivamente no creo que ustedes lo coman así que, tú tío y yo desayunaremos tostadas caseras con mermelada de fresa... ¡Ay papá, que gracioso tu desayuno!

Nos sentamos a comer y tanto ella como Lu nos observaban mientras comíamos y su curiosidad pudo más... ¿podemos probar? sí claro, pero agrégenles un poquito de mermelada, ¡Ay papá, tú sabes que no comemos mermelada!, sí, yo sé, pero si quieren comer mis tostadas deberán probarlas como las preparo yo. Con un poco de duda pero embriagadas por la curiosidad empaparon la puntita de la tostada en un milésima parte de mermelada de fresa y probaron... no pararon más y mientras comían les conté la historia de como aprendí a hacer aquellas tostadas, les conté que cuando niños nuestro mundo no era como el de ellas, que muchas veces hacíamos colas para comprar pan, que para asegurarnos comprábamos panes para varios días porque no siempre había, que ese pan "duro" nos salvó el hambré muchas veces y que mamá improvisaba siempre con recetas al paso para poder darnos de comer, tostadas a la sartén un día, budín otro, ají de gallina pero sin gallina, que en nuestro tiempo no podíamos elegir como ellas, si comíamos pan con corteza o sin corteza, o mayonesa de una marca diferente para cada una, o cereales distintos, o leches distintas, que jamás regresábamos la lonchera sin terminar porque muchas veces no llevábamos lonchera, que jamás despreciábamos la fruta porque era para nosotros lo que el helado es para ellas hoy, les narré historias de carencias que jamás supieron que pasé, de escasez, de leches ENCI y de menúes hechos con menudencias de pollo que a ellas les parecían relatos de terror... y mientras les contaba seguían y seguían comiendo sus tostadas caseras felices mientras comprendían que de las carencias también se puede aprender y que manjares deliciosos están ocultos tras ese miedo que sin esta historia quizá no hubieran perdido jamás!

Si no queremos que pasen las cosas que pasamos nosotros, empecemos a prepararlos hoy para las cosas que la vida les puede imponer mañana.

Papá Chancleta

Mi nombre es Said Guerra, aunque hay quienes me llaman también por mi segundo nombre que es Jonathan, tengo 38 años.

Administrador de empresas de profesión, con un posgrado en gestión de procesos, además dirijo la gestión de Recursos Humanos en una empresa privada.

Tengo pasatiempos variados como: leer, escribir, ir al cine, al teatro, adoro los tatuajes, me gustan los perros y también los gatos, colecciono juguetes en miniatura y me apasionan las series como Game Of Thrones, The Walking Dead, The BlackList, etc.

Pero por sobre todas las cosas amo a mis hijas, mi vida gira en torno a ellas y lo disfruto casi casi demasiado.

Las chancletas son dos niñas hermosas, hijas de padres separados que se llevan o intentan casi siempre llevarse bien en beneficio propio pero en especial en beneficio de ellas.

Nuestros Amigos
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