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Él

Podría parecer extraño… a todos les resulta extraño… ok, ok, ok ¡ES EXTRAÑO!, pero extraño no siempre tiene que ser malo, al menos en este caso puedo afirmar que es extrañamente bueno que las cosas se hayan dado de esta forma.


No somos amigos, evidentemente tampoco somos confidentes, pero al mismo tiempo somos más que simples conocidos y decir que somos únicamente cordiales se me hace muy poco, así que, definir con una sola palabra nuestra condición es medio yuca, mi apuesta más segura necesitaría muchas más palabras y podría concluir en que somos dos hombres adultos, no convencionales, con intereses familiares en común, que saben cuál es el lugar de cada uno y que han decidido respetarse y traerse abajo los patrones sociales que existen al respecto… podría además agregar la palabra inteligentes, pero eso sería ya muy pretencioso de mi parte.


Él me cae bien, conversamos, nos reímos, departimos juntos en varias ocasiones, pero hubo un momento en que mis sentimientos más oscuros decidieron que tendría que caerme mal, y vaya que fueron convincentes porque incluso lograron hacerme sentir que lo odiaba, quería exterminarlo, desaparecerlo… no podía entender como apareció y porque no se iba.


Por aquel entonces Nat y yo estábamos más que bastante separados, y cada uno hacía ya su vida por cuenta propia, podría haber apostado incluso que “yo hacía mi vida” más y mejor que ella, pero me equivoqué, mientras yo veleteaba, ella se enamoraba de él, y mi cavernícola interior no podía concebirlo, estaba cerrado, bloqueado, herido, al punto que esgrimía convencido argumentos tan ridículos y cojudos como que aun estando separados, ella sólo podría sentir amor por mí, sólo podría esperar por mí y porque no, con un poco de suerte debería rogarme a mí y sólo a mí, que esté con ella para no quedarse sola.


YO YO YO, SÍ ¡ASÍ DE HUEVONAZO ERA YO!, mezquino al mango, remedo burdo de lobo y machito venido a menos gracias a la realidad.


Luego fue esa misma realidad la que me empujó a seguir con mi proceso, no fue fácil ni fue pronto, pero si fue necesario, tuve que tocar fondo para entender muchas cosas y a partir de ahí empezar a reconstruirme, el problema era yo, no él, incluso siento que él terminó siendo parte de la solución, pues fue su presencia en la vida de Nat lo que me hizo por fin lograr verla feliz de un modo en que no recordaba haberla hecho feliz yo, y con eso poder tener la lucidez necesaria para reconocer que hubiera sido un error lograr exterminarlo o desaparecerlo y conseguir que ella volviese conmigo, pues de haberlo logrado no hubiera ganado el amor, sino una vez más el machismo, el orgullo y el egoísmo.


Hoy él vive con Nat, con su hija y con las mías, y a través de todas ellas he podido conocer más del tipo de persona que es, de la familia de la que proviene y de los valores que tiene.


Mis hijas son afortunadas, tienen una madre maravillosa, un papá que las adora con el alma y lo tienen además a él, que forma parte de su vida, queriéndolas, cuidándolas y sobre todo respetándolas.

Papá Chancleta

Mi nombre es Said Guerra, aunque hay quienes me llaman también por mi segundo nombre que es Jonathan, tengo 38 años.

Administrador de empresas de profesión, con un posgrado en gestión de procesos, además dirijo la gestión de Recursos Humanos en una empresa privada.

Tengo pasatiempos variados como: leer, escribir, ir al cine, al teatro, adoro los tatuajes, me gustan los perros y también los gatos, colecciono juguetes en miniatura y me apasionan las series como Game Of Thrones, The Walking Dead, The BlackList, etc.

Pero por sobre todas las cosas amo a mis hijas, mi vida gira en torno a ellas y lo disfruto casi casi demasiado.

Las chancletas son dos niñas hermosas, hijas de padres separados que se llevan o intentan casi siempre llevarse bien en beneficio propio pero en especial en beneficio de ellas.

Nuestros Amigos
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