top of page

Lo que quedó de mi tras la separación...

Quizá este sea mi post más introspectivo, aún no empiezo a escribirlo ni sé que diré exactamente, a pesar que tengo una idea del camino que exploraré y es por eso que vislumbro que me desmenuzaré casi por completo, hurgaré dentro mío y encontraré las grietas y las secuelas de lo que la separación dejó en mí, tanto física como emocionalmente, pues admito que no fue fácil, que me costó levantarme, reponerme y continuar, para finalmente recién caer en cuenta que debido a eso ya no soy el mismo hombre que era, soy diferente, no me atrevo a concluir si mejor o peor, pero si diferente, creo que todos de algún modo somos diferentes de quiénes éramos hace un instante atrás.


Yo, el Said de aquellos días estaba 99.99% seguro de la decisión que tomaba, ese porcentaje equivalía a 3 certezas: que era LA DECISIÓN CORRECTA, que era lo que DEBÍA HACER y qué era lo que QUERÍA HACER, jamás pasó por mi mente el valor real de ese fuckin 0.01% que aunque pequeño a simple vista, era muy representativo y equivalía a la importantísima certeza de SI PODÍA HACERLO O NO… y creo que debí mirar esa parte con mayor atención, la subestimé y pagué el precio, creí haberla mirado pero pequé de inexperto, sólo la vi con lentes de descanso, no con lentes de medida y lo que pasó luego superó todos los conocimientos que tenía sobre mí.


Erradamente pensé que me había separado el día que hablé con Nat o el día que me fui de casa, recuerdo que cada cierto rato hacía el ejercicio de mirar hacia atrás apenas sobre el hombro para ver que estaba pasando con esa decisión, me miraba y me sentía tranquilo, veía a mis hijas y las encontraba estables, fuertes, miraba a Nat y todo lo veía extrañamente “normal”, empecé a creer que todo estaba bien y que racional como suelo ser, había encontrado la forma sistemática de que la separación no fuera tan difícil… las huevas!, para saber que estás separado se necesita más que irte de casa o conversar maduramente con tu pareja, tienes que pasar por varias pruebas, esas eran solo algunas, la vida al igual como el colegio o la universidad te va incrementando el grado dificultad conforme avanzas, el tiempo fue pasando, fue siguiendo su curso y las cosas seguían, creía yo, fluyendo “normales” pero con algunos pequeñísimos cambios, luego con cambios más notorios y finalmente con cambios abismales que te hacen cuestionar casi siempre tardíamente sobre que está sucediendo y ahí creo que me encontré con mi primer error notable, en mi interpretación de lo normal… ante mi socialmente retrógrada y machista cabeza lo normal era que Nat estuviera triste, melancólica, pendiente de mí, o respirando esperanza y descubrí que egoístamente en eso radicaba mi tranquilidad, en la certeza de sentirla segura para mí, sin importarme que estaba seguro de que no funcionábamos más juntos y que por eso yo iba por la vida siendo libre y estando disponible, sin caer en cuenta que ella también lo estaba, desde el momento en que me enfrenté a eso es que recién empezó mi proceso de separación, era el inicio de una de las últimas pruebas, una prueba psicológica que jugaba con mi cerebro y lo convertía en baba, de pronto ya no sólo no la veía triste sino que la veía tranquila, no la veía demacrada sino que estaba hermosa, no la veía con los ojos hinchados sino que tenía una sonrisa increíble que resaltaba su rostro, que maquillaba su vida y mi tranquilidad fue desapareciendo, se fue poniendo gris, áspera, agrietada y no es que ella estuviera aprovechándose de eso no, ella simplemente había decidido tras muchos intentos fallidos voltear la página, y yo ahora reconozco que no estaba preparado para ese momento, para ese espeluznante momento en que el 0.01% se adueñara de mi vida y me gritará con megáfono, NO PUEDES, NO PODRÁS!


Y bueno, tardé años para saber que si podía, pero en aquel momento me tocó sentir que no, me desarmé por completo el día que Nat confirmó lo que sospechaba, me contó que había conocido a alguien y yo no lo quise entender, no lo creía, no lo aceptaba, por primera vez en toda mi vida empecé a perder el control en todos los aspectos posibles, no importaba cuán racional fuera siempre, en aquel momento sólo fui un ser emocional y dejé que esas emociones me gobiernen, se adueñen de mí… los siguientes días fueron caóticos, no lograba dormir, no dejaba de pensar, de buscar pruebas y evidencias que me dieran la razón, que confirmaran que eso era imposible que ella sólo podía estar conmigo así yo no quisiera estar con ella, y al no encontrar respuestas empecé a debilitarme, bajé más de 10 kilos de peso, no comía pero vomitaba todos los días, no podía dejar de temblar, de llorar cada que recordaba lo que me pasaba, lo repito, por primera vez en mi vida no tenía control sobre mí, mi cuerpo no me respondía, lloraba 24/7, intentaba dormir y no sólo oía sino que sentía los latidos de mi corazón en la penumbra, la cabeza no dejaba de dolerme y mis manos de sudar, nunca supe, hasta ese día como un ser humano puede afectarse físicamente por algo emocional, pensé en mil maneras de volver con ella, y por suerte nunca sucedió, porque mi intención de volver no era por las razones correctas, no era por mi familia, ni por mis hijas, ni por ella, era por mí y por no querer perder, no era capaz de aceptar que ya no tuviera un espacio en su vida, la bendita frase “Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” me perseguía y me apaleaba, día tras día.


Busqué o encontré ayuda de todos los tipos: amical, familiar, médica, profesional, espiritual incluso, y no, nada me iba a ayudar más que seguir mi proceso, es una frase que parece elaborada pero es muy cierta, todo en la vida tiene un proceso, tiene un inicio, un desarrollo y un fin, mi proceso había iniciado hace tiempo, había empezado a desarrollarse y en ese momento estaba en la cresta de la ola, en su pico más alto y debía completarse, así que seguí con mi vida, busqué recomponerme, me dediqué al 100% en mis hijas y su estabilidad emocional, no tenía nada que reprocharle a Nat y aunque más de una vez lo hice, fue mi orgullo el que buscaba imponerse, no la razón, ella seguía siendo una madre excelente, una persona igual de excelente y fue siempre honesta conmigo, siempre me apoyó en todo y siempre estuvo dispuesta a remar en la misma dirección, contra todo pronóstico, fue empezar a observarla lo que me ayudó a continuar mi proceso y salir de él, pues observarla me permitía recuperar esa capacidad analítica que siempre me acompañó y que había perdido.


Hoy, poco más de dos años después la vida reafirmó lo que en un inicio creímos, nuestra vida como pareja debía terminar y terminó, el dolor y la frustración no siempre son malos si te sirven para depurar aquello negativo que tenemos dentro, necesitamos del dolor e incluso de la culpa para poder saber qué hicimos mal y cuánto aún podemos hacer bien, necesitamos cerrar círculos y para eso debemos comprarnos el pack completo, debemos perdonar y/o ser perdonados y para eso debemos navegar dentro nuestro y asumir nuestras culpas, las consecuencias de nuestras decisiones, debemos recuperar la confianza en aquella persona, respetarla, admirarla si se puede, debemos definir las cosas, no podemos aferrarnos a la esperanza de recuperar algo que no es para ti, sólo porque tu orgullo te grita que no puedes perder, necesitamos amar a nuestros hijos, pero amarlos de verdad, sin egoísmos y sin hacerlos trofeos de guerra, priorizándolos a ellos, necesitamos trascender en ellos, que todo lo que bueno que tenemos, llegue a ellos y crezcan fuertes y felices, hay pocas cosas que me dejan feliz tras esta separación, una de ellas es poder ver a mis hijas de reojo, de lejos o través de los ojos de alguien más y ver que están llenas de vida y esa vida está repleta de amor y se les nota con solo mirarlas, y la otra, quizá la que más me ayudó es poder mirar a Nat y ver que es feliz, feliz de mil formas diferentes, feliz de un modo en que no la vi feliz conmigo y eso me tranquiliza, me reconforta, me da paz.


Yo aún estoy en mi proceso, si bien es cierto ya cerré el capítulo de mi matrimonio, pero aún no cierro el mío, sigo huyendo de las relaciones, sigo ocultándome tras expectativas muy elevadas y peros a doquier, he convertido en deporte el autosabotaje y me he comprado la idea de la soledad, pero también he encontrado modos nuevos de ser feliz, he descubierto motivaciones nuevas, caminos que antes me negaba a explorar, hoy hago nuevos amigos, salgo a más lugares, me permito ser más social, siento que estoy en el mejor momento de mi vida y creo que por eso he descubierto que me gusta este nuevo Said, con más tiempo, con más energía, con más ganas de crecer, este Said que se dedica tiempo y atención a sí mismo, debo mejorar, es cierto, todos debemos hacerlo y es bueno sentir que por fin tras mucho remar, la brújula de mi vida por fin tiene un norte y si bien aún no veo tierra sé que cuando llegue daré pisadas firmes y estaré orgulloso de haber vivido plenamente mis días buenos y mis días malos, porque vivir es meterte al mar por completo y no sólo mojarte los pies, vivir tiene colores y tiene escala de grises, y yo a Dios gracias HE DECIDIDO VIVIR!!!

Papá Chancleta

Mi nombre es Said Guerra, aunque hay quienes me llaman también por mi segundo nombre que es Jonathan, tengo 38 años.

Administrador de empresas de profesión, con un posgrado en gestión de procesos, además dirijo la gestión de Recursos Humanos en una empresa privada.

Tengo pasatiempos variados como: leer, escribir, ir al cine, al teatro, adoro los tatuajes, me gustan los perros y también los gatos, colecciono juguetes en miniatura y me apasionan las series como Game Of Thrones, The Walking Dead, The BlackList, etc.

Pero por sobre todas las cosas amo a mis hijas, mi vida gira en torno a ellas y lo disfruto casi casi demasiado.

Las chancletas son dos niñas hermosas, hijas de padres separados que se llevan o intentan casi siempre llevarse bien en beneficio propio pero en especial en beneficio de ellas.

Nuestros Amigos
bottom of page